Ludwig von Mises

Mises, el último caballero del liberalismo
Por  Alejandro Villuela

La biografía que hoy comentamos: Mises, the Last Knight of Liberalism, de Guido Hülsmann, es, con diferencia, la mejor que se ha publicado sobre el personaje, y pieza fundamental para quien quiera elaborar una historia de la Escuela Austríaca de economía o conocer en profundidad el devenir del liberalismo en el XX. Cualquier lector de Ludwig von Mises sabe que éste es uno de los grandes. Sus aportaciones fueron de primera magnitud, por haber erigido un sistema de pensamiento económico acaso incompleto pero de una profundidad, una lógica interna y un poder de explicación de la realidad poco habituales, quizá únicos.

Maurice Allais, en los antípodas del pensamiento del austríaco, dijo de él que era «un hombre de una inteligencia excepcional» cuyas aportaciones a la ciencia económica fueron «todas de primer orden». Ludwig von Mises fue hijo de su tiempo, de esa Viena del cambio de siglo que supo secretar los hombres más extraordinarios del XX.

Los judíos como él daban extraordinaria importancia a la formación, y no es una casualidad que también su hermano Richard descollara –en su caso, en la estadística–. Como cuentan Stefan Zweig en su autobiografía y Hülsmann en estas páginas, aquellos fueron unos jóvenes que quedaban en los cafés para leer revistas de arte y pensamiento y compartir sus últimas lecturas de filosofía o poesía. Mises estaba destinado a ser socialista, como cualquier profesor judío de por entonces, pero cuando leyó los Principios de Menger descubrió la lógica subyacente a los fenómenos económicos y se dedicó a estudiar la ciencia económica, de la que llegó a ser uno de sus mejores conocedores. Esa lógica le llevó a desconfiar del socialismo, del que sería su crítico más certero.

En el seminario que mantuvo en Viena durante años, rodeado de alguno de los más destacados defensores de la libertad en el pasado siglo, era conocido como «el liberal». En la Mont Pelerin Society, uno de los santuarios liberales de nuestro tiempo, se largó indignado de una reunión tras acusar a todos los asistentes de ser una panda de socialistas.

Años después, uno de sus discípulos más famosos, Murray Rothbard, llegaría a decir: «Algunos de nosotros situábamos a Mises en la izquierda no comunista» en materia política, lo que da una idea de hasta qué punto había sido capaz de fomentar el avance de sus discípulos hacia el liberalismo. Sea como fuere, fue un gran conversor de socialistas de todas las partidas. Hülsmann da cuenta aquí de la revolución liberal que inició nuestro hombre en la Europa de habla alemana de los 20, y que quedó truncada por el ascenso del nazismo. Surgió de la muy conocida (aunque mal entendida) crítica miseana del socialismo, expuesta en primer término (1920) en un artículo y después en el monumental Socialismo.

Un estudio económico y sociológico (1922). El éxito de su demostración de que el socialismo era un error fue arrollador. Para entonces, Mises era ya el primer economista de Austria. Con la ayuda de Max Weber –colaboración que concluyó con la temprana muerte de éste–, provocó lo que entonces se llamó «la crisis de la política social», que llevó a un número creciente de intelectuales a dejar el socialismo por el liberalismo.

Pero Hitler acabará con todo ello. También Intento revolucionar Londres, esa ciudad conquistada al comienzo de los 30 por su discípulo Friedrich von Hayek, quien entró en la London School of Economics de la mano de Lionel Robbins, un falso miseano que quiso convertir esa institución de inspiración fabiana en la contrapartida liberal al Cambridge de Keynes, pero no lograría una influencia decisiva ni permanente sobre los alumnos de la LSE, entre los que se contaban varios de los principales economistas del XX, como John Hicks, Nicholas Kaldor, Abba Lerner, Tibor Scitovsky, George Shackle o Ronald Coase.  ¿¿Por qué??

En primer lugar, porque Hayek partía de una base completamente distinta a la suya, la del equilibrio general de Walras. Pero es que además nuestro hombre no logró completar su sistema, que le hubiera servido para ganar más adeptos, hasta 1940. Para entonces todos (menos Ludwig Lachmann) habían abandonado a Friedrich Hayek, así como la Escuela Austríaca. Murray Rothbard.Mises acabó recalando en EEUU.

Si los nacionalsocialistas no lo hubieran perseguido, por judío y por liberal, no se habría visto forzado a cruzar el Charco, no habría escrito en inglés ni habría tenido allí unos discípulos, como Hans Sennholz, Israel Kirzner, George Reisman, Bertrand de Jouvenel o el mencionado Rothbard, que dieron un notable impulso a las ideas liberales. Con estos y otros nombres, el gran economista sí lograría asentar una escuela puramente miseana. Contaba, para entonces, con su obra magna, La Acción Humana, en la que exponía sus ideas de un modo sistemático.

Esta fue la segunda revolución, que sí se ha completado con éxito. Guido Hülsmann nos explica cada avance en el pensamiento de Mises con un detalle y una comprensión del personaje jamás alcanzada, ni de lejos, por autor alguno. Es la primera biografía que se beneficia de los papeles perdidos de Mises descubiertos por Richard Ebeling (quien, por cierto, está preparando otra); los que le robaron los nazis que fueron a su casa a matarle, papeles que acabaron en el imperio soviético, donde fueron clasificados y guardados. Que nos hayan llegado en perfectas condiciones gracias a los dos totalitarismos que tanto combatió su autor resulta, sí, una fenomenal paradoja.

Como Mises tuvo numerosos discípulos americanos que escribieron de él por lo menudo, las páginas dedicadas a su vida y obra en los EEUU son menos interesantes que las casi 800 que hablan de la fase anterior de su biografía. En ellas se describe cómo Mises fue erigiendo, con una consistencia que llama la atención, su armazón teórico.

Dio gran importancia a la elección o preferencia –como habían hecho Cuhel y Schumpeter–, a la que situó en el centro de la teoría del valor. Engarzó, por vez primera en la historia, el dinero con el marginalismo (v. La teoría del dinero y del crédito, 1912).

Criticó el socialismo y la generalización de la Ley de Ricardo (v. Socialismo). Amplió la teoría del comercio internacional introduciendo la movilidad de los factores (v. Nación, Estado y economía, 1919). Formuló una teoría del ciclo (v. Sobre la manipulación del dinero y el crédito, 1928). Por supuesto, criticó el intervencionismo, y tras escribir sobre Problemas epistemológicos de la economía publicó la obra con que cerró su sistema: Natiönalokonomie (1940), de la que surgiría su obra cumbre: La acción humana (1949), que contiene dos de sus más valiosas contribuciones a la ciencia económica (la teoría del interés y su visión de la empresarialidad) y fue el instrumento ideal para crear, aunque fuera en contra de su temperamento, una escuela miseana en Nueva York.

Guido Hülsmann ha escrito una obra maestra. Es el mejor libro que he leído en años, y puedo decir que no soy la única persona que ha experimentado lo mismo.

Robert Higgs, uno de los grandes historiadores liberales del momento, ha declarado: «Si hubiese escrito algo la mitad de maravilloso, y reconozco que carezco de las habilidades para hacerlo, habría considerado mi carrera un completo éxito».

Mises,  es un regalo para la humanidad. No sólo para quien esté interesado en el liberalismo económico,  o en el pensamiento económico en general, sino para todo aquel se sienta concernido por la historia del siglo XX y por la lucha de la libertad, en la que Mises llegó a estar prácticamente solo frente a los totalitarismos.

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