Las hazañas de Hernando de Soto

Hernando de Soto Fue uno de los grandes exploradores y conquistadores españoles de América. Un héroe en toda regla; llegando a ser considerado un semidiós para los indígenas norteamericanos. Sus hazañas se extienden a lo largo de las tres Américas, entendidas como América del norte, del sur y Centroamérica.

No se conocen noticias precisas de la vida de Hernando de Soto, hasta que se embarca para Las Indias en la Armada organizada por Pedrarias Dávila en 1513, para hacerse cargo de la Gobernación de Castilla del Oro, engrosando la nómina de jóvenes hidalgos segundones que buscaban su fortuna en el Nuevo Mundo.

Sus primeros años transcurrieron allí como miembro de la Casa del Gobernador. En ese entorno fue testigo de las turbulentas relaciones entre su jefe Pedrarias, y su paisano de Jerez de los Caballeros, Vasco Núñez de Balboa, que culminaron dramáticamente conduciendo al patíbulo al descubridor del Mar del Sur.

Sus primeros años transcurrieron allí como miembro de la Casa del Gobernador. En ese entorno fue testigo de las turbulentas relaciones entre su jefe Pedrarias, y su paisano de Jerez de los Caballeros, Vasco Núñez de Balboa, que culminaron dramáticamente conduciendo al patíbulo al descubridor del Mar del Sur.

Es en este año, cuando aparecen las primeras referencias documentales a la participación del joven Hernando de Soto, en la tierra que dirigían los capitanes de Pedrarias, ganándose una buena reputación como soldado en la empresa del asentamiento español en las tierras del istmo de Panamá. Con Francisco Pizarro, hizo De Soto su aprendizaje como avezado hombre de armas y conocedor de la estrategia en el trato con los indígenas, con los que se pretendía más la búsqueda de alianzas que el combate.

la participación del joven Hernando de Soto, en la tierra que dirigían los capitanes de Pedrarias, ganándose una buena reputación como soldado en la empresa del asentamiento español en las tierras del istmo de Panamá. Con Francisco Pizarro, hizo De Soto su aprendizaje como avezado hombre de armas y conocedor de la estrategia en el trato con los indígenas, con los que se pretendía más la búsqueda de alianzas que el combate.

Su instinto certero, su audacia y su buena fortuna en las empresas que le confiaron sus jefes, le granjearon pronto renombre, que se advierte en la mención a su persona en las actas levantadas, constando su testimonio en ellas.

Su participación fue decisiva en la expedición de Francisco Hernández de Córdoba, a las tierras de Nicaragua en 1523, y en la fundación de las ciudades de Granada y Nueva León, en la que desempeñó el cargo de alcalde mayor. La leal colaboración de Soto con el gobernador permitió a éste resolver la situación, y tras su nombramiento como gobernador de Nicaragua en 1528, confirmó a De Soto en los cargos y concesiones que le permitieron enriquecerse y afianzar su prestigio.

En 1530, era ya además un experto hombre de negocios, y socio de una de las varias compañías dedicadas a fletar barcos con destino al comercio con Panamá, y construir navíos con vistas a la participación en la empresa de la conquista de las tierras recién descubiertas, por Francisco Pizarro y Diego de Almagro en el Perú.

Pizarro acaba de conseguir una capitulación con la Corona, y su socio Almagro busca en Panamá los apoyos financieros y la colaboración personal de los hombres de armas que requiere la organización de la expedición, cuando le ofrece a Hernando de Soto participar en la misma.

Este no duda en liquidar todos sus bienes en Nicaragua para armar un grupo, que se unirá como refuerzo a la primera avanzada de la expedición. Son cien hombres con cincuenta caballos los que le siguen en su empresa, y en el mes de diciembre alcanza a la hueste de Pizarro en la bahía de Guayaquil, donde Pizarro espera los refuerzos antes de adentrarse en las tierras continentales.

Son cien hombres con cincuenta caballos los que le siguen en su empresa, y en el mes de diciembre alcanza a la hueste de Pizarro en la bahía de Guayaquil, donde Pizarro espera los refuerzos antes de adentrarse en las tierras continentales.

La llegada de Soto fue providencial en un momento crítico para aquella hueste que se ve hostigada por nativos. No rehúsa asumir responsabilidades en las acciones que el gobernador le encomienda, la más arriesgada fue en la travesía de la Puná a la ciudad continental de Tumbez, y en la represión de los ataques de los habitantes de ésta, a los que persiguió y rindió.

Su regreso a Tumbez con el jefe rebelde cautivo, fue el primer éxito en las acciones de responsabilidad que le encomendará Pizarro.

La siguiente fue la de explorar desde la recién fundada ciudad de San Miguel de Tangarará, el camino de Cajamarca. Pizarro quería obtener la información más precisa posible de la realidad de lo que parecía ser un gran reino.

De Soto la consiguió en una rápida y segura incursión en las tierras de la serranía de Caxas, dirigiendo a un grupo de cuarenta jinetes. Comprobó la riqueza del país, pero también el alto grado de organización que podía hacer difícil la conquista.

El capitán de la guarnición indígena de Caxas, al que había llevado como garantía de seguridad, informó de que su señor, el gran príncipe Atahualpa, enfrentado a su hermano Huascar por la sucesión en el poder tras la muerte del viejo Huayna Capac, estaba asentado en la ciudad de Cajamarca. Sus ejércitos habían vencido a los de Huascar, que era conducido hasta aquella ciudad como prisionero. Pizarro decidió que también él con toda su hueste iría al encuentro del vencedor. Llegaron a la ciudadela de Cajamarca al atardecer, y al comprobar que Atahualpa tenía su asentamiento a unas pocas leguas, no quiso posponer para el día siguiente el contacto.

No quiso ir él personalmente a entrevistarse con el gran señor. Le pareció más oportuno enviar una embajada, y fue Hernando de Soto como jefe de la caballería, a tan delicada misión.

Lo acompañaban quince jinetes todos ellos antiguos compañeros de armas de las campañas en Nicaragua. Aunque poco después Pizarro envió otro segundo grupo comandado por su hermano Hernando, la entrevista de los cristianos con Atahualpa quedó marcada por la actuación de De Soto, que impresionó a todo el campamento, y especialmente al Inca, con una brillante exhibición de sus dotes como jinete. Surgió entre ellos una corriente de simpatía, y mutua admiración que hizo de De Soto el mejor defensor de los derechos de Atahualpa, durante el tiempo que duró su prisión, y el crítico más duro por el cumplimiento de su sentencia a muerte que consideró injustificada.

la entrevista de los cristianos con Atahualpa quedó marcada por la actuación de De Soto, que impresionó a todo el campamento, y especialmente al Inca, con una brillante exhibición de sus dotes como jinete.

En la posterior marcha hacia el Cuzco, De Soto siempre fue la vanguardia de la hueste, abriendo paso al gobernador en momentos más o menos afortunados con los indígenas. Al fin entraron todos juntos en la capital del Tahuantinsuyu. Pizarro le confió la dirección de las expediciones de castigo de las tropas leales a Huascar que ocupaban la ciudad, en compañía de otro de los hijos de Huayna Capac, Manco Inca, entronizado como soberano por Pizarro.

La ausencia de Hernando Pizarro, que había salido para España, y de Diego de Almagro, que se dirigió a Quito para evitar la entrada de una expedición organizada desde Guatemala por Pedro de Alvarado, dejaron a De Soto como el principal entre los hombres de Pizarro, que lo nombró corregidor del Cuzco y teniente de gobernador. Las noticias, llegadas en ese momento, de que el rey Carlos había otorgado a Diego de Almagro una nueva gobernación al sur de la de la Nueva Castilla, alteró los ánimos de los conquistadores y la vida de la ciudad. De Soto se ofreció a Almagro como su lugarteniente para la expedición que se preparaba hacia Chile, pero éste prefirió ofrecerle el cargo a uno de sus hombres de confianza,

Hernando de Soto, decepcionado y no deseando intervenir en la confrontación de Pizarro y Almagro por la delimitación de sus gobernaciones, decidió abandonar el Perú.

Se embarcó con intención de regresar a España. Llevaba consigo su parte del botín de Cajamarca que le había correspondido en el reparto del mismo. Suficiente para financiar una empresa de la que él pudiera ser el jefe.

En su viaje a Sevilla, madura ese proyecto y piensa en la búsqueda del paso del Norte. Sus riquezas y la fama de sus hechos en la conquista del Perú, y su matrimonio con una de las hijas de Pedrarias Dávila, Isabel de Bobadilla, cuya familia tenía gran influencia en la Corte, favorecieron el éxito de sus gestiones.

En 1537, y al tiempo que negociaba sus capitulaciones matrimoniales, obtenía otra como adelantado de la Florida, y algo más importante para conseguir el éxito de su proyecto. Su nombramiento como gobernador de la isla de Cuba. También consiguió el hábito de la Orden de Santiago y la promesa de un marquesado.

Hernando de Soto había tomado la delantera al primer explorador del interior de las tierras de la Florida, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que llegaba en esas fechas a la Corte para solicitar la capitulación de la empresa de su conquista. Éste prefirió pedir otra gobernación para sí, la del Río de la Plata en lugar de acompañar a De Soto.

Un año empleó Hernando de Soto en organizar el flete de diez navíos que zarparon de Sanlúcar, arribando a Santiago de Cuba.

Como gobernador de la isla, De Soto dedicó otro año en atender las necesidades de las poblaciones españolas establecidas en ella, y procedió a la reconstrucción de los edificios de La Habana, que habían sufrido uno de los frecuentes ataques de los corsarios franceses, que empezaban a poner en dificultades el tráfico de las Indias.

También tuvo que resolver, el arduo problema de los conflictos de límites en la jurisdicción de la gobernación de la Florida, contigua a la de la Nueva España, cuyas fronteras apenas estaban definidas. El virrey Antonio de Mendoza organizaba desde México una entrada a la Florida, y el nuevo gobernador de Cuba hizo conocer al virrey, en los términos más respetuosos, las provisiones de su capitulación para hacerle saber sus derechos, reivindicando sus títulos sobre aquella tierra. Mendoza le hizo conocer que la expedición que él proyectaba, y que había encomendado al capitán Francisco Vázquez de Coronado, tenía como meta la ruta del Norte, hacia la fabulosa Cíbola de la que había llevado noticias Alvar Núñez. Los caminos de ambos conquistadores, De Soto y Coronado, estuvieron a punto de cruzarse en las remotas llanuras de Kansas, cuando el salmantino perseguía las noticias de la legendaria Quibira, y el extremeño remontaba el curso del río Arkansas en la primavera de 1541.

Su aventura se inició el 18 de mayo de 1539. Llevaba seiscientos veinte hombres en nueve navíos que salieron del puerto de La Habana, llegando sin dificultad a la bahía de Tampa que ellos bautizaron como Bahía Honda o del Espíritu Santo.

Allí dejó De Soto un retén al amparo de dos bergantines. Adentrándose en aquella tierra cenagosa, habitada por indígenas hostiles, el Adelantado plantó su primer campamento, donde organizó su hueste para enviar grupos de exploradores hacia distintos rumbos. Uno de ellos tropezó con un español, apenas reconocible, náufrago de la infortunada expedición de Pánfilo de Narváez que llevaba viviendo doce años como esclavo de un cacique. Sus servicios como intérprete fueron de una inapreciable ayuda para Soto, que siempre tuvo en gran estima a este sevillano llamado Juan Ortiz.

Siguiendo los indicios de éste comenzó el avance de la hueste por una tierra inhóspita de indios hostiles, donde encontraron las huellas de la fracasada expedición de Narváez, hasta la bahía de Apalachicola, donde pasaron el invierno de 1539. Allí se le unió el retén que había dejado en Tampa, llegado por mar en los bergantines.

Siguiendo los indicios de éste comenzó el avance de la hueste por una tierra inhóspita de indios hostiles, donde encontraron las huellas de la fracasada expedición de Narváez, hasta la bahía de Apalachicola, donde pasaron el invierno de 1539. Allí se le unió el retén que había dejado en Tampa, llegado por mar en los bergantines.

Soto seguía soñando con encontrar desde este lugar, las tierras de la Chicora, de riquezas fabulosas que podían igualar a las de Tenochtitlan y Cajamarca. Una tierra para fundar y poblar, no un simple escenario de emboscadas con los indios. A primeros de marzo de 1540, inicia su marcha hacia el Norte larga y penosa, con la inquietud de conducir una hueste cansada y desilusionada, que finalmente lo conduce a lo que parecía ser el centro de una tierra rica y prometedora. La expedición, en unos meses alcanzó los montes Apalaches

Estaba en Cofitachequi, en las orillas del río Savanah, donde gobernaba una joven señora. Los suntuosos enterramientos de poblados abandonados, donde encontraron, junto a una gran cantidad de perlas, algunas cuentas de vidrio y hachas de Castilla, hicieron pensar a Soto que había llegado a las puertas de la fabulosa Chicora de la que hablaba Lucas de Ayllón.

Estaba en la tierra de los indios cheroquis. Pero decidió explorar el interior del territorio antes de establecer una fundación Cruzaron Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte y Tennessee.

Remontando el Savanah inició su ruta hacia el oeste. Recorría el extremo meridional del actual Estado de Carolina del Norte para adentrarse en el de Tennessee. De Soto supo captarse la alianza y colaboración de los jefes de los pueblos de la región.

Su ejército no se desgastaba en luchas y emboscadas, pero se cansaba del largo peregrinaje en busca de otro Cuzco que nunca apareció. Cambió su ruta hacia el sur siguiendo el cauce del río Cossa, y se encontró en el centro de la región de los fieros guerreros chucktaw que no entraron en su hábil juego de diplomacia. Su cacique Tuscaluza no se dejó seducir por halagos ni riquezas, y el 18 de octubre de 1540, hizo víctimas a los españoles, de una sangrienta emboscada en su pueblo fortificado de Mobile, De Soto tras una intensa batalla de 9 horas, con una gran mortandad, sale victorioso con numerosas bajas y heridos incluido él mismo.

En diciembre de 1540, perdió 40 hombres y 50 caballos en una nueva batalla. En abril de 1541, durante otro enfrentamiento con los indígenas, numerosos españoles resultaron muertos o heridos.

A pesar del desastre, y tras un tiempo de descanso para restaurar fuerzas, Soto decidió inesperadamente continuar su exploración hacia el Oeste, y con rumbo norte, llegando en el mes de mayo de 1541 a avistar el río Mississippi, donde sus habitantes los aceptaron sin recelo.

Sus informes lo animaron a buscar una nueva provincia de buenas tierras, y llegó hasta el río Arkansas donde estableció su campamento para pasar el invierno de aquel año.

Sus informes lo animaron a buscar una nueva provincia de buenas tierras, y llegó hasta el río Arkansas donde estableció su campamento para pasar el invierno de aquel año. El 8 de octubre de 1541, en Caddo Gap, Arkansas, se enfrentó a los Tula, una banda de la Confederación Caddo, a quienes describió como los guerreros más feroces que había encontrado hasta entonces.

El 8 de octubre de 1541, en Caddo Gap, Arkansas, se enfrentó a los Tula, una banda de la Confederación Caddo, a quienes describió como los guerreros más feroces que había encontrado hasta entonces. A pesar de esto, logró continuar su camino y decidió pasar el invierno en las cercanías de Tishomingo. para continuar después su marcha, esta vez desmoralizados y buscando ya una salida al mar a través del Gran Río.

Pero no todo fueron desgracias. En la región de Guachoya encontró por fin el lugar que le pareció adecuado para establecer una fundación, porque su cacique le ofreció ayudas y alianzas para ello. Era el mes de abril de 1542, pero el cansancio y el agotamiento empezaban a hacer mella en sus hombres, y él mismo sucumbía a la malaria.

Murió el 21 de mayo después de confiar a Luis de Moscoso la dirección de aquella hueste maltrecha. Éste ocultó a los aliados indígenas la muerte de aquel jefe que ellos consideraban un héroe invulnerable. Encerró su cuerpo en el tronco de una encina y lo condujo a un lugar previamente sondado del río, cuyas diecinueve brazas de fondo aseguraban una tumba inviolable.

Murió el 21 de mayo después de confiar a Luis de Moscoso la dirección de aquella hueste maltrecha. Éste ocultó a los aliados indígenas la muerte de aquel jefe que ellos consideraban un héroe invulnerable. Encerró su cuerpo en el tronco de una encina y lo condujo a un lugar previamente sondado del río, cuyas diecinueve brazas de fondo aseguraban una tumba inviolable.

Después abandonó el lugar para encontrar el camino de salida al mar a través del cauce del Mississippi, y llegar al Golfo de México, en los primeros meses de 1543.

La expedición de Hernando de Soto, aunque no halló oro ni tesoros, se destacó en la historia por la magnitud de su exploración. A pesar de las cuantiosas pérdidas humanas, recorrieron los estados: Carolina del Sur, Florida, Georgia, Alabama, Mississippi, Oklahoma, Arkansas y Tejas. Durante su travesía, contactaron con numerosas tribus, entre ellas los cheroquis, Semínolas, Creeks, Apalaches y Choctaws.

La relación de la expedición fue recogida por varios de sus componentes, y su memoria pervivió con vigor suficiente para que el gran humanista mestizo, el inca Garcilaso de la Vega, recogiera su recuerdo.

Muchos parques, ciudades, condados e instituciones de Los Estados Unidos llevan el nombre en honor de Hernando de Soto, ya que su expedición fue pionera en la exploración de aquellos inhóspitos territorios, en los que recorrió 6500 kilómetros durante cuatro años.

Cataratas De Soto en el condado de Lumpkin, Georgia.

Algunos de ellos son:

  • De Soto National Memorial es un monumento conmemorativo nacional a De Soto, que marca la posible localización de «Espíritu Santo», el punto de desembarco de la expedición.
  • Condado de Hernando, en Florida.
  • Cataratas De Soto en el condado de Lumpkin, Georgia.
  • De Soto, en Misuri.
  • De Soto School, una escuela en Helena, en Arkansas.
  • La marca estadounidense de automóviles De Soto, fabricada por Chrysler, recibió su nombre en honor al explorador.
  • Hotel Hilton De Soto en Savannah, Georgia.
  • Puente Hernando de Soto, que cruza el río Misisipi en Memphis, Tennessee.
  • Parque estatal De Soto, Alabama.
  • Parque Fort De Soto en St. Petersburg (Florida).

Alberto Marigil

Puente Hernando de Soto, que cruza el río Misisipi en Memphis, Tennessee.
De Soto. La marca estadounidense de automóviles De Soto, fabricada por Chrysler, recibió su nombre en honor al explorador.

Fuentes:

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