Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970)

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Hijo de don Dámaso Cárdenas Pinedo, de ocupación tendero, y de doña Felícitas del Río Amezcua, nació el 21 de mayo de 1895 en la calle de San Francisco, en el barrio de la Puentecita de Jiquilpan de Juárez, Michoacán. En su tierra natal cursó hasta el cuarto año de educación primaria, únicos estudios formales que realizó hasta los once años. En 1909 ingresó como “meritorio” en la mesa segunda de la Oficina de Rentas de Jiquilpan, donde empezó a desarrollar una caligrafía impecable. En 1911, con la muerte de su padre, asumió la responsabilidad de ser el jefe de su familia. Ese mismo año trabajó en la Secretaría de la Prefactura y después, laboró como tipógrafo en la imprenta “La Económica”, de don Donaciano Carreón, cuyas ideas liberales y revolucionarias influyeron en su formación política. Al estallar la revolución, Don Donaciano vendió a los trabajadores la imprenta, entre ellos al mismo Cárdenas, y se unió a los rebeldes.

En 1913, el joven Lázaro fue delatado a los federales huertistas por haber impreso un manifiesto revolucionario y ante la posibilidad de ser aprehendido, se enlistó en las fuerzas revolucionarias como capitán segundo encargado de la correspondencia (fundamentalmente gracias a su caligrafía) bajo las órdenes del general Guillermo García Aragón, que operaba en Michoacán. A partir de entonces desarrolló una intensa vida militar: con las fuerzas obregonistas presenció en Teoloyucan la rendición del Ejército Federal y combatió al zapatismo en 1914, mismo año en que luchó al lado de Lucio Blanco.

Después, se incorporó a las fuerzas del general José María Maytorena en Sonora, pero al llegar a Cananea y darse cuenta de que Maytorena se había unido a Villa, marchó a Agua Prieta para integrarse a las tropas del general Calles. Ambos iniciaron una entrañable amistad en la que Calles era maestro y líder político del joven Cárdenas. Calles llamaba a Cárdenas con el mote de “Chamaco”. Bajo su mando, Cárdenas actuó contra los indios yaquis sublevados; combatió en Nayarit, Jalisco y Michoacán a los rebeldes villistas de Inés Chávez García. Al triunfo de la revolución constitucionalista regresó a Michoacán, donde persiguió a bandidos que operaban en la región.

Durante el gobierno constitucional de Carranza, Cárdenas fue encargado de pacificar la Huasteca veracruzana, en la que las “guardias blancas”, al servicio de las compañías extranjeras petroleras, asolaban la región. En 1918, alcanzó el grado de coronel.

En 1920, desde la Huasteca, se adhirió al Plan de Agua Prieta, encabezado por los sonorenses Obregón, De la Huerta y Calles, en contra del presidente Carranza, quien pretendía imponer a Bonilla como su sucesor. Tras el asesinato de Carranza en Tlaxcalaltongo, Cárdenas hizo detener y enviar preso a México a Rodolfo Herrero, presunto responsable directo del crimen.

Al triunfo del movimiento de Agua Prieta, el presidente interino, Adolfo de la Huerta, ascendió a Cárdenas al grado de general brigadier. Comisionado en Michoacán, recibió el gobierno interino de su estado natal de manos de Pascual Ortiz Rubio, cargo que desempeñó algunos meses para entregarlo al general Francisco J. Mújica, que había resultado triunfador en las elecciones de septiembre de 1920. Después fue designado jefe militar en el Istmo de Tehuantepec.

En 1923, durante la revolución «de la huertista», Cárdenas fue herido y hecho prisionero en el combate de Palo Verde. Al ver la gravedad de sus heridas, sus enemigos, los generales sublevados Rafael Buelna y Enrique Estrada (a quien salvaría Cárdenas la vida poco después), generosamente lo enviaron a Guadalajara para que fuera atendido y después liberado. De igual modo, se cuenta que en ese mismo año, Cárdenas dejó escapar al general Francisco J. Múgica, en lugar de asesinarlo como le había ordenado Obregón.

Después fue comandante de la zona militar de las Huastecas. En 1924 fue ascendido a general de brigada y al año siguiente, intervino en el arreglo de diversos problemas surgidos entre los sindicatos y las empresas petroleras extranjeras. Ahí constató los abusos de las compañías extranjeras contra los trabajadores mexicanos y el saqueo irresponsable que realizaban de los recursos petroleros nacionales. Cuando con motivo de la ley petrolera esas empresas acusaron al presidente Calles de “bolchevique” y coludidas con el embajador de Estados Unidos James R.Sheffield, lo amenazaron con una invasión norteamericana a México, Cárdenas recibió órdenes presidenciales de incendiar los pozos petroleros si cumplían sus amenazas.

El 1º de abril de 1928 fue nombrado general de división. Ese mismo año fue postulado como candidato al gobierno del estado de Michoacán y emprendió una intensa campaña pueblo por pueblo y rancho por rancho, a pesar de que era aspirante único al cargo. Ejerció el gobierno entre septiembre de 1928 y septiembre de 1932, con algunos periodos de licencia para desempeñar temporalmente otros cargos políticos.

Como gobernador, a cambio de dejar las armas, ofreció amnistía a los cristeros sublevados por la iglesia católica que pretendía impedir la aplicación de los artículos 3º, 27 y 123 de la Constitución, lo que debilitó la rebelión cristera en Michoacán.

Para obtener apoyo popular activo para las reformas sociales que se proponía realizar, se dedicó a escuchar al pueblo, en especial a los grupos más pobres; estimuló la formación de agrupaciones obreras y campesinas; unificó y reorganizó a las fuerzas políticas, e impulsó la creación de la Confederación Regional Michoacana, que agrupó a la mayoría de campesinos y obreros de la entidad; también promovió la organización de los maestros para que se convirtieran en los agentes de la transformación social.

Así inició el reparto agrario, a pesar de la resistencia del presidente Calles, de los hacendados y aun de los propios peones acasillados que temían romper su dependencia del patrón. Además, agilizó los trámites legales de dotación de tierras y estableció créditos agrarios de refacción; pugnó por la jornada laboral de ocho horas, el salario mínimo y la asistencia médica; estableció la obligación de crear escuelas en las haciendas y combatió el fanatismo religioso y el alcoholismo. Por estas acciones revolucionarias a favor de los de abajo, “su prestigio pasó de boca en boca, como un corrido popular”.

En 1929 estalló la rebelión “escobarista” y Cárdenas pidió permiso al Congreso local para incorporarse al ejército; se le dio el mando de una columna y cooperó en la pronta derrota de los sublevados. Recibió un millón de pesos para los gastos de la campaña y al término de ésta, reintegró setecientos mil pesos no utilizados y regresó a su cargo de gobernador.

El 15 de octubre de 1930, dejó la gubernatura de su estado para asumir la presidencia del Partido Nacional Revolucionario (PNR), y dirigir la campaña presidencial del ingeniero PascuaI Ortiz Rubio, quien al año siguiente, lo nombró secretario de Gobernación por poco más de un mes. En octubre de 1931 reanudó sus labores como gobernador de su estado hasta concluir su mandato.

El 25 de septiembre de 1932 contrajo matrimonio con Amalia Solórzano, pese a la plena desaprobación de los padres de la novia.

En enero del siguiente año, fue nombrado secretario de Guerra y Marina en el gobierno de Abelardo L. Rodríguez.

A finales de 1933, el PNR elaboró “un plan de gobierno que constituya un solemne compromiso ante la nación de desarrollar una política social, económica y administrativa, capaz de traducir en hechos los postulados que se proclamaron en los años de la lucha armada…”. El 6 de diciembre de ese año, el Plan Sexenal fue aprobado por la asamblea del PNR y Cárdenas rindió protesta como candidato presidencial del mismo partido.

El 8 de diciembre de 1933 inició en Querétaro una exhaustiva campaña que llegó a los lugares más apartados, nunca antes visitados por un candidato a la presidencia: “Yo soy quien debe ir a ellos, ya que ellos no pueden venir a mí”. Casi sin dormir recorrió miles de kilómetros escuchando a la gente para entender sus problemas y obtener apoyo para las reformas que se proponía realizar, ahora en el país.

Al celebrarse las elecciones el 4 de julio de 1934, Cárdenas emitió su voto personal a favor de Tomás Garrido Canabal. Los resultados electorales fueron de 2,225,000 votos para Cárdenas del PNR (98.19%); y para Antonio I. Villarreal de la Confederación Revolucionaria de Partidos Independientes, sólo el 1.07% de la votación. Cifras aun menores correspondieron a Adalberto Tejeda del Partido Socialista de las Izquierdas (0.70%) y a Hernán Laborde del Partido Comunista Mexicano (0.03%).

El gobierno de Cárdenas se inició en un ambiente internacional marcado por la depresión económica y la posibilidad de una nueva conflagración mundial. La depresión provocó, a nivel mundial, la intervención económica y social del Estado a favor del bienestar social de las masas empobrecidas por la crisis de 1929, intervención que coincidió con la ideología de la Revolución Mexicana de que el Estado debía ser un instrumento de progreso y de justicia social, con lo cual disminuyó la sospecha de que en México dominaba el “bolcheviquismo”; además, la contracción de los mercados internacionales, obligó a los países exportadores como el nuestro, a basar más su crecimiento económico en la expansión de su mercado interno. En segundo lugar, la inminencia de una nueva guerra mundial permitió mayor libertad de maniobra a los gobiernos nacionalistas que pretendían recuperar sus recursos naturales para sus naciones, pues alejaba la posibilidad de una respuesta armada de parte de las potencias afectadas, las cuales, en ese momento, estaban más ocupadas en prepararse para un esfuerzo bélico de dimensiones mundiales.  .

El 1° de diciembre de 1934, Cárdenas, vestido sencillamente (sin jacquet ni sombrero de copa, como era costumbre), asumió el cargo de presidente de la República, en su mensaje inicial señaló: “La revolución Mexicana ha seguido, desde su origen y a través de su historia, un anhelo de justicia social…Tengo presentes de una manera indeleble las impresiones que durante mi campaña electoral pude recoger: profundas desigualdades e inicuas injusticias a que están sometidas grandes masas de trabajadores y muy particularmente los núcleos indígenas…Nada puede justificar con más elocuencia la larga lucha de la Revolución Mexicana, como la existencia de regiones enteras en las que los hombres de México viven ajenos a toda civilización material y espiritual, hundidos en la ignorancia y la pobreza más absoluta, sometidos a una alimentación, a una indumentaria y a un alojamiento inferiores impropios de un país que, como el nuestro, tiene los recursos materiales suficientes para asegurar una civilización justa..

En lugar de vivir en el castillo de Chapultepec (que convirtió en museo), acondicionó el antiguo rancho de La Hormiga para convertirlo en la residencia presidencial de los «Los Pinos». Abrió las puertas del Palacio Nacional a campesinos y obreros, e instaló un telégrafo para que cualquier ciudadano pudiera comunicarse con el presidente. Recorrió varias veces el país (más de 80 mil kilómetros): “Las jiras de gobierno tienden a despertar el espíritu cívico de las masas y crear la acción conjunta entre los núcleos sociales, autoridades municipales, locales y la Federación para satisfacer las necesidades seculares”. Usó la radio para informar de sus acciones; fue el primer presidente que leyó de pié y completo su informe de gobierno ante el Congreso de la Unión y el primero también que dio el “Grito” en Dolores, Guanajuato, el 15 de septiembre de 1940.

Al asumir Cárdenas la presidencia, el general Calles se había erigido en el “jefe máximo de la revolución”, tras el asesinato de Obregón y la creación del PNR; Calles contaba, además, con el apoyo del ejército, lo que le permitía ejercer gran influencia en la vida nacional, formar parte de los gabinetes presidenciales y ocupar cargos públicos a su antojo. Por consiguiente, Cárdenas tuvo que incluir en su primer gabinete a muchos personajes por «recomendación» de Calles.

Para poder contrarrestar esta influencia y poner en práctica el Plan Sexenal, se dedicó a fortalecer a las organizaciones de masas que podían respaldar las acciones nacionalistas y revolucionarias gubernamentales, como la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, la Federación de Trabajadores del DDF, y los sindicatos de ferrocarrileros, petroleros, tranviarios, taxistas, alijadores, electricistas, mineros, choferes y similares. Su política sindical se dirigió a promover la organización de una central obrera única e impedir la formación de sindicatos blancos, a reafirmar el papel del Estado como árbitro regulador de la economía nacional y protector del proletariado, y a limitar los conflictos obrero-patronales a la capacidad económica de las empresas. “Estoy convencido (…) por mi experiencia como gobernador de Michoacán, que no basta la buena intención del mandatario (…) es indispensable el factor colectivo que representan los trabajadores».

El apoyo que Cárdenas brindaba a los trabajadores permitió que se efectuaran múltiples paros y estallaran numerosas huelgas, lo cual no fue del agrado de los grupos empresariales que amenazaron con parar sus negocios, a lo que Cárdenas contestó que si estaban “fatigados de la lucha social” entregaran sus empresas al Gobierno o a los trabajadores.

También las huelgas alarmaron a Calles, quien el 11 de junio de 1935 declaró a la prensa: “hace seis meses que la Nación está sacudida por huelgas constantes, muchas de ellas enteramente injustificadas…vamos para atrás, para atrás, retrocediendo siempre…¿Y qué obtienen de estas ominosas agitaciones? Meses de holganza pagados, desaliento del capital, el daño grave de la comunidad”. A lo cual el presidente Cárdenas contestó: “El Ejecutivo Federal está dispuesto a obrar con toda decisión para que se cumpla el programa de la Revolución y las leyes que regulan el equilibrio de la producción, y decidido, asimismo, a llevar adelante el cumplimiento del Plan Sexenal, sin que le importe la alarma de los representantes del sector capitalista”. A continuación, solicitó y obtuvo la renuncia de todos los altos funcionarios de filiación callista. Ya antes, al prohibir los juegos de azar y clausurar las casas de juego existentes, como el Casino de la Selva en Cuernavaca y el Foreign Club en las afueras de la ciudad de México, había afectado los intereses de prominentes políticos callistas, pues esos establecimientos eran negocios de su propiedad.

En reacción a las medidas tomadas, Calles anunció su retiro de la política y viajó a los Estados Unidos, pero regresó inesperadamente al país. El conflicto creció: corrieron rumores de una conspiración callista contra Cárdenas; diputados y senadores callistas fueron desaforados para enfrentar cargos de rebeldía y sedición; gobernadores y jefes militares callistas fueron sustituidos; hubieron en las plazas de las principales ciudades multitudinarias manifestaciones anticallistas; el PNR expulsó de sus filas a Calles y a sus partidarios.

Al siguiente año, en febrero de 1936, se integró la Confederación de Trabajadores de México, CTM, como una central sindical única, “un frente nacional dentro de la lucha de clases, al servicio del proletariado mexicano”. Ante el avance de los sindicatos, en marzo siguiente, las Cámaras de Comercio criticaron que en el gobierno “no existe norma fija, ley en vigor, orientación definida y clara”, se quejaron de que se escuchaba más a los sindicatos que a los empresarios, y pidieron que este “estado de anormalidad y perturbación permanentes” fuera substituido por un “programa y una legislación de netos lineamientos”. El Presidente Cárdenas contestó: El concepto moderno de la función del Estado y la naturaleza misma de la legislación del trabajo, en amplitud universal requieren que los casos de duda sean resueltos en interés de la parte más débil. Otorgar tratamiento igual a dos partes desiguales, no es impartir justicia ni obrar con equidad. La legislación sobre el trabajo, como es sabido, tiene en todos los países un carácter tutelar respecto de los trabajadores, porque tiende a reforzar la debilidad de éstos frente a la fuerza de la clase patronal, para acercarse lo más posible a soluciones de justicia efectiva.

Finalmente, el 10 de abril de 1936, Cárdenas expulsó a Calles del país “por imperativo de salud pública”. Terminó así su maximato.

Para promover la reconciliación nacional, el 5 de febrero de 1937, Cárdenas promulgó una Ley de indulto para todos aquellos que tomaron parte en movimientos de rebelión contra el Gobierno, cancelándose por lo tanto, todos los procesos pendientes, lo que permitió el regreso de importantes militares y políticos exiliados.

Mediante un Manifiesto a la Nación, el 18 de diciembre de 1937, Cárdenas convocó a la formación del Partido Nacional de los Trabajadores y Soldados, que con hegemonía de las agrupaciones sociales, integraría al Ejército en un solo frente, permitiría que los distintos gremios y el sector femenino tuvieran acceso a los cargos de representación popular y de dirigencia del partido, y liberaría a la burocracia de su membresía y de sus cuotas obligatorias. El 30 de marzo de 1938, se creó el Partido de la Revolución Mexicana, PRM, para “llegar por la vía pacífica a la democracia social”, al cual se integraron un amplio espectro de reformistas y progresistas, así como comunistas, socialistas y liberales radicales.

Cárdenas promovió la unificación de todas las organizaciones campesinas: “Necesitamos que haya conciencia de clase en los elementos campesinos y ésta solo podrán demostrarla con su unificación. El gobierno desea facilitar esta organización para que pueda llevarse a cabo el programa que se ha trazado en beneficio de los campesinos del país y de la producción agrícola de la República”. La tarea le fue encomendada al PRM y el 28 de agosto de 1938 quedó constituida la Confederación Nacional Campesina, CNC, que integró ejidatarios, comuneros, solicitantes de tierra, asalariados y productores agrícolas.

Con la CNC y la CTM, el PRM pudo quedar organizado en los sectores campesino, obrero, militar y popular, que le dieron su carácter corporativo. La intención era vincular a las masas de trabajadores con el gobierno para que le sirvieran de respaldo y contrapeso frente a otros grupos nacionales y extranjeros.

La expulsión de Calles, la organización de campesinos y obreros, y la creación del PRM como partido único, permitieron a Cárdenas establecer un régimen político revolucionario caracterizado por un Estado fuerte y activo en todas las esferas políticas, económicas, sociales y culturales; una presidencia de la República como la institución predominante sobre grupos, caudillos y caciques, y que como “fiel de la balanza” decidía su sucesor; y un partido capaz de regular interna y pacíficamente la lucha por los puestos de elección y de movilizar pasivamente el apoyo popular a las medidas gubernamentales. Este régimen sustentaria la estabilidad política de México hasta el fin del siglo XX.

Así, Cárdenas pudo promulgar nuevas leyes y acciones para llevar a la práctica el contenido nacionalista y popular de la Constitución de 1917, representado en los artículos 3ª, 27 y 123.

Respecto a la educación, los diputados y senadores del PNR, en cumplimiento de los acuerdos de su convención, iniciaron la reforma al Artículo 3º Constitucional para implantar la educación socialista cuando ocupaba la presidencia de la República Abelardo L. Rodríguez. Cárdenas como presidente electo manifestó: “El mismo hecho de que el clero y sus aliados muestren inquietud y hagan oposición a la idea de la escuela socialista, es la mejor prueba de que satisface un ideal de la Revolución y de que debemos apoyarla vigorosamente”. Y así lo hizo para combatir el fanatismo, ya como presidente en funciones, a pesar de la oposición del clero que estimuló a los campesinos a agredir a los maestros, desorejándolos e inclusive matándolos como sucedió en San Felipe, Guanajuato. Además, fundó el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Escuela Nacional de Educación Física, el Consejo Técnico de Educación Agrícola, el Departamento de Asuntos Indígenas, y celebró el Primer Congreso Indigenista Interamericano.

En materia agraria, Cárdenas decretó un Código Agrario que facilitó la expropiación de latifundios y convirtió a los peones acasillados de las haciendas en sujetos de derechos agrarios, lo que restó fuerza a los latifundistas y al clero. Intensificó el reparto de tierras hasta llegar a una cifra de 18 millones de hectáreas entregadas a un millón de campesinos, a los que dotó de apoyos mediante la creación del Banco Nacional de Crédito Ejidal y el Banco Nacional de Crédito Rural. Hizo llegar la reforma agraria hasta zonas de alta productividad como la henequenera en Yucatán o la Laguna en Durango y Coahuila. «Por el hecho de solicitar ejidos, el campesino rompe su liga económica con el patrón, y en estas condiciones, el papel del ejido no es el de producir el complemento económico de un salario (…) sino que el ejido, por su extensión, calidad y sistema de explotación debe bastar para la liberación económica absoluta del trabajador, creando un nuevo sistema económico-agrícola, en un todo diferente al régimen anterior (…) para sustituir al régimen de los asalariados del campo y liquidar el capitalismo agrario de la República». Así, prácticamente dio fin al latifundismo porfirista e hizo del ejido la principal unidad del desarrollo rural.

En el campo laboral, Cárdenas apoyó las causas de los trabajadores, en junio de 1937 nacionalizó los ferrocarriles y los puso bajo una administración obrera; además, muchas industrias se convirtieron en cooperativas. Luego de un largo conflicto obrero-patronal, ante la negativa de las compañías petroleras de acatar un laudo de la Suprema Corte de Justicia que favorecía a los trabajadores, decretó la expropiación de la industria petrolera –mayoritariamente en manos de empresas norteamericanas e inglesas- el 18 de marzo de 1938, “y para evitar en lo posible que México se pueda ver en el fututo con problemas provocados por intereses particulares extraños a las necesidades interiores del país, se pondrá en la consideración de vuestra soberanía que no vuelvan a darse concesiones del subsuelo en lo que se refiere al petróleo y que sea el Estado el que tenga el control absoluto de la explotación petrolífera”. Se recuperó así para la nación uno de sus recursos naturales más importantes, lo cual contó con un amplio respaldo popular y sustentaría el futuro desarrollo industrial del país.

Dos meses después de la expropiación petrolera el general Saturnino Cedillo se levantó en armas, pero combatido hasta con aviones, fue derrotado y muerto. Este fue el último levantamiento militar del siglo XX.

Por otra parte, Cárdenas promulgó el Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio del Estado, para atender la “necesidad de poner a salvo a los servidores del Estado de las contingencias electorales asegurándoles la estabilidad de sus cargos y sus ascensos, a base de eficiencia y honorabilidad”.
 
En materia internacional, su política fue progresista y democrática: en 1936 autorizó la venta de armas al gobierno de la República Española y a su derrota en 1939 por el franquismo apoyado por Hitler y Mussolini, recibió a miles de refugiados republicanos españoles; condenó ante la Liga de las Naciones la agresión fascista italiana a Etiopia; dio asilo a León Trotsky y a otros perseguidos políticos; reanudó relaciones con China y las inició con Rumania; y condenó la agresión soviética a Finlandia. Asimismo, el 2 de julio de 1937 fundó el Banco de Comercio Exterior.

En el campo de la cultura, el gobierno de Cárdenas promovió que el contenido nacionalista e indigenista permeara todas las expresiones artísticas, desde la novela y el muralismo, hasta el cine y la música.

En 1939, cuando el general Manuel Ávila Camacho fue nominado por la CTM (febrero 22) y por la CNC (24 de febrero) como precandidato a la presidencia de la República, comenzaron a surgir voces opuestas al PRM y al gobierno de Cárdenas: el general Francisco Coss convocó a formar un Partido Nacional de Salvación Pública, pues “el PRM surgido de un acuerdo presidencial, hace ineficaz y nula toda campaña electoral independiente”; la Unión Nacional de Ciudadanos Independientes planteó la supresión del PRM por antidemocrático; Joaquín Amaro condenó los rasgos comunistas y fascistas del gobierno, la falsa política obrerista, el despilfarro en las obras públicas, la dependencia del Poder Judicial y los líderes obreros demagogos; y el general Rafael Sánchez Tapia, aspirante independiente a la presidencia, acusó al PRM de resucitar los procedimientos podridos del PNR.

A mediados de ese año, el general Múgica, retiró su candidatura presidencial porque el PRM hacía imposible proseguir en la lucha y únicamente agotaría sus esfuerzos con resultados nulos.

En este contexto, el 1º de septiembre de 1939, Cárdenas señaló: Mi gobierno, al iniciar su administración, se encontró dentro de los términos contradictorios de un dilema ineludible constituyendo uno de sus extremos la subordinación de todo programa de mejoramiento social a la conservación de la riqueza organizada, solución preferida por las clases conservadoras que cerrando los ojos a la miseria y a las necesidades el pueblo han perseguido un interés lucrativo individualista. El otro extremo, exigiendo el cumplimiento del programa impuesto por la Revolución, consiste en dirigir la economía del país en el sentido de los intereses del mayor número de sus habitantes, reconociendo, para lograrlo, que se hacía necesario recurrir al auxilio de la técnica profesional y a a la organización solidaria de los trabajadores a fin de aprovechar debidamente nuestras riquezas intensificándolas en ventaja del país entero”.

Pocos días después, del 14 al 17 de septiembre de ese mismo año, en el Frontón México, se creó el Partido Acción Nacional, PAN, para enfrentar lo que los derechistas consideraron los excesos socializantes y colectivistas del gobierno de Cárdenas.

Pero las fuerzas de la oposición encontraron su mejor candidato en el general Juan Andrew Almazán del Partido Revolucionario de Unificación Nacional Independiente, quien declaró: la decisión es “si el futuro gobernante de México debe ser producto de vicios seculares o el resultado de una verdadera elección”. Además de su doctrina cristiana conservadora, Almazán ofreció protección estatal a los trabajadores, pero sin complicidad o encubrimiento de sus líderes; huelga, pero no como instrumento político; reglamentación de la cláusula de exclusión y desaparición del ejido; asimismo, demandó acceso a la radio para los candidatos de la oposición y alto al acarreo y al derroche en la campaña del PRM.

Las elecciones fueron violentas y muy controvertidas, pero se impuso Ávila Camacho con una mayoría aplastante de votos de más del 93%.

Al término de su periodo, Cárdenas declaró: “Me esforcé por servir a mi país y con mayor empeño al pueblo necesitado. Cancelé muchos privilegios y distribuí una buena parte de la riqueza que estaba en pocas manos”.

A partir de entonces dejó de participar en la política partidista: “Me negué y me he negado a participar en la política, pues en nuestro país debe liquidarse el continuismo; los expresidentes tenemos una responsabilidad simbólica; los expresidentes no tenemos derecho a organizarnos políticamente”.

Tras el ataque japonés a Pearl Harbor, Cárdenas fue nombrado comandante de la zona de defensa especial en el Pacífico mexicano. Al entrar México como contendiente en la Segunda Guerra Mundial, el 22 de mayo de 1942, el presidente Ávila Camacho lo nombró secretario de la Defensa Nacional, cargo que desempeñó hasta el 27 de agosto de 1945, una vez terminada la conflagración.

Después ocupó otros cargos públicos: vocal ejecutivo de la Comisión de la Cuenca del Tepalcatepec entre 1947 y 1960. En la década de los sesenta participó con diversas fuerzas de izquierda en la fundación de la Central Campesina Independiente CCI, y en el Movimiento de Liberación Nacional que defendía la autodeterminación de los pueblos frente al imperialismo norteamericano y apoyaba a la revolución cubana; este apoyó se manifestó por su asistencia a la celebración de uno de sus aniversarios en la Habana y en su intención de viajar a Cuba durante la invasión de Bahía de Cochinos, lo que le impidió un “error” de una compañía de aviación, aunque se rumoreó que fue el gobierno de López Mateos el que lo detuvo. También visitó a los presos políticos en la penitenciaria del Distrito Federal. No obstante apoyó la candidatura a la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz.

Asimismo, formó parte del Tribunal Internacional organizado por Bertrand Russel contra la intervención norteamericana en Vietnam. Al mismo tiempo, fue vocal ejecutivo de la Comisión del Río Balsas entre 1961 y 1970, cuando impulsó la creación de la gigantesca Siderúrgica Las Truchas en Michoacán, que hoy lleva su nombre, y de la cual fue presidente de su consejo de administración.

Su interés en la defensa de los campesinos siempre incomodó al Partido Acción Nacional y en general a la derecha mexicana, los que tildaban de hipócrita y acusaban de agitador al expresidente Cárdenas, quien respondía condenando que los ricos mandaran sus millones al extranjero, pues “con esos millones nuestro país resolvería sus problemas económicos y evitaría los créditos”…También reclamaba a los panistas su carácter de políticos empresarios, porque “no se puede ser dos cosas: servidor público y empresario, porque ello es especular con el pueblo”.

Enfermo de cáncer, murió en la ciudad de México el 19 de octubre de 1970. Poco antes de su muerte escribió un mensaje a los revolucionarios de México, con motivo del aniversario del inicio de la Revolución Mexicana: “Es necesario, a mi juicio, completar la no reelección en los cargos de elección popular con la efectividad del sufragio, pues la ausencia relativa de este postulado mina los saludables efectos del otro; además, debilita en su base el proceso democrático, propicia continuismos de grupo, engendra privilegios, desmoraliza a la ciudadanía y anquilosa la vida de los partidos”.

Sus restos descansan en el Monumento a la Revolución, mismo que mandó construir sobre la vieja estructura erigida durante el porfiriato para edificar el Palacio Legislativo.

Su pensamiento político político-social se sintetizó en diez puntos:

I.- La miseria, la ignorancia, las enfermedades y los vicios esclavizan a los pueblos.

II.- A cada quien en relación a su trabajo; a todos según sus necesidades de pan, casa vestido, salud, cultura y dignidades.

III.- Obtener la máxima eficiencia, con el mínimo de esfuerzo y la más equitativa distribución de la riqueza.

IV.- Sin gran producción no hay amplio consumo, ni gran industria, ni economía poderosa, ni bienestar colectivo, ni nación soberana.

V.- Todo Estado moderno exige una técnica dirigida hacia la abundancia de bienes esenciales y de equipos eficientes de cultivo, de transformación, de comunicaciones, de cambio y de cultura.

VI.- Suprimir lo superfluo para que nadie carezca de lo necesario y se evite que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres.

VII.- Contra la patria, nadie. Por la patria, todos.

VIII.- Todos somos servidores de las causas de la libertad, la democracia y el progreso.

IX.- Las reformas avanzadas son victorias de las fuerzas del bien sobre el mal en sus luchas por la redención de los oprimidos.

X.- Sólo la justicia social garantiza la paz y la felicidad humana.

Para muchos mexicanos Cárdenas fue el mejor presidente del siglo XX, pero también fue el fundador de una dinastía política que a partir de 1928, ha podido ocupar, entre diversos cargos de elección popular, el gobierno del estado de Michoacán en cuatro ocasiones, mediante sus miembros de tres generaciones.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride: Nacimiento 21 de mayo de 1895. Muerte 19 de octubre de 1970.

5 comentarios en “Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970)

  1. Querida/o: Samaria Esto es un articulo, y pone lo que su autor quiso poner…
    Sí poseés información al respecto, te agradecere que la aportes para publicarla.

    Mayra: ¿Que es lo que quieres saber? explicaté.

    666: Siento que no veas nada interesante y que no te guste leér tanto.

    Un saludo a todos

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